viernes, 13 de mayo de 2022

NUESTRA CONFESIÓN DE FE


 


Confesión de fe

"Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres".
Juan 8:32


Creemos... En el Señor Jesucristo

Creemos que Jesucristo es Dios, que es el Hijo Unigénito de Dios el Padre. Creemos que su muerte en el Calvario ha sustituido la nuestra - la de toda la humanidad. Creemos firmemente en su resurrección y en su pronto regreso a juzgar al mundo.

En la Salvación

Creemos que todos los hombres nacen con una naturaleza pecaminosa y que lo que Jesús logró en el Calvario nos redime del poder del pecado. Creemos vehementemente que esta salvación está disponible para todo aquel que desee recibirla.

Creemos que el recuento bíblico de la creación especial de Adán y Eva y su subsecuente pecado forman la base de nuestra creencia de que TODOS los humanos, descendientes de Adán y Eva, el primer hombre y la primera mujer, necesitamos un Salvador. Esa salvación SOLAMENTE se puede obtener a través de la aceptación y confesión de Nuestro Señor Jesucristo. Esa salvación se recibe por Gracia y por Gracia nada más.

En el Espíritu Santo

Creemos en la existencia del Espíritu Santo como la tercera persona de la Trinidad y en su interacción e intercambio con el hombre. Creemos en el bautismo del Espíritu Santo, creemos en Sus manifestaciones, tales como hablar en lenguas, poner las manos sobre los enfermos, echar fuera demonios, dones proféticos, y demás dones.

En la Infalibilidad de las Sagradas Escrituras

Nosotros creemos que las Sagradas Escrituras son las Palabras Inspiradas por Dios y creemos que en ellas se encuentra contenido lo único que es necesario para conocer el deseo de Dios para la humanidad. Creemos en la autoridad absoluta de las Escrituras en los asuntos del hombre. (2 Timoteo 3:16; Hebreos 4:12; 1 Pedro 1:23-25; y 2 Pedro 1:19-21)

 

En el Cielo y en el Infierno

Creemos que las Escrituras claramente establecen la doctrina de la existencia literal de dos lugares. Uno de castigo eterno para los que se rehúsen a aceptar la salvación que sólo se encuentra en Cristo y un lugar de recompensa eterna, el cielo. (Mateo 25:34, 41,46; Lucas 16:19-31; Juan 14:1-3; Apocalipsis 20:11-15). 

  En la Iglesia

Creemos en la Iglesia como el Cuerpo eterno y universal de Cristo, la cual consiste de todos aquellos que hayan confesado con su boca que Jesucristo es el Señor, que fue enterrado y que el tercer día el poder de Dios lo levantó de entre los muertos. Creemos en la necesidad de los creyentes de congregarse localmente con el propósito de edificarse en la Palabra y aprender cómo evangelizar.

En el Evangelismo

Creemos que la evangelización es una obligación de todo creyente. El Señor nos mandó a salir y a hacer discípulos de todas las naciones. Creemos que cada persona es ante todo responsable de evangelizar a SU PROPIA FAMILIA Y AMIGOS, de acuerdo a la dirección y la habilidad impartida por del Espíritu Santo.

En el Bautismo por Agua

Creemos en la ordenanza del bautismo a través de la inmersión en agua, en obediencia con lo establecido en la Palabra de Dios. Todos aquellos que hayan aceptado a Jesucristo como su salvador Personal y hayan experimentado UN NUEVO NACIMIENTO deben ser bautizados en agua en una ceremonia pública de su fe en Cristo y en la experiencia que la Biblia llama "la circuncisión del espíritu".

 En la Sanidad Divina

Nosotros creemos que Dios ha usado a los doctores, a la medicina y otras fuentes naturales para sanar. Sin embargo, creemos que la "sanidad divina" es proporcionada para los creyentes en el Sacrificio de Jesús en el Calvario (Isaías 53:5; 1 Pedro 2:24). Creemos que la sanidad divina puede ser recibida a través de la "imposición de manos" por parte de los ancianos de la iglesia o por parte de cualquier otro creyente ungido por el Espíritu con el "don de sanidad" (Santiago 5:14-16, 1 Corintios 12:9), o inclusive la misma persona enferma puede hacer una oración de fe para que Dios se manifieste (Marcos 11:23,24.)

 En el Rapto de la Iglesia antes de la Gran Tribulación

Creemos que la Iglesia será llevada al cielo "en un abrir y cerrar de ojos" en un acontecimiento de repercusión mundial y diferente a la 2 Venida, y que ha sido bautizado con el nombre del Rapto (Mateo 24:31, 1 Corintios 15:52, 1 Tesalonicenses 5:2; 1 Tesalonicenses 5:9, Apocalipsis 4:1, Apocalipsis 19:19-21)

 En la creación

Creemos que todos los tipos de formas vivientes, incluyendo al hombre, fueron creados directamente por Dios durante la Semana de la Creación hace aproximadamente 6,000 años, según lo describe Génesis. Cualquier cambio biológico que haya ocurrido después de Génesis solamente ha logrado cambios dentro de la misma especie, NUNCA de la conversión de una especie en otra. Si amen.

 


sábado, 19 de junio de 2010

Ruth Graham







Ruth Bell Graham, nació en Qingjiang, Kiangsu, China, el 10 de junio de 1920, como Ruth McCue Bell. Sus padres, los doctores Nelson Bell y Virginia Leftwich, eran médicos misioneros en el Hospital Presbiteriano, 300 millas de norte de Shangai. Siendo una jovencita, allí, en el pequeño hospital, Ruth sintió por primera vez la vocación para dejarlo todo por el Evangelio de Jesucristo.
Pasó su niñez en el campo de la misión en China con sus padres y sus hermanos Rosa, Virginia, y Clayton. Allí, rodeada por la enfermedad, la desesperación, y el desorden y el caos eventual de guerras civiles pudo observar y consolidar su convicción acerca de la necesidad de la humanidad del Salvador.

Hasta su adultez temprana, ella soñaba con ser parte de la obra de Dios como misionera en un rincón alejado del mundo, las montañas del Tibet.
A la edad de 13 años, enviaron Ruth al colegio internado en Pyongyang, (hoy capital de Corea del Norte), en donde ella estudió por tres años.

Soportando una nostalgia terrible, Ruth aprendió a superar la soledad tomando a sus cuidado las necesidades de otras compañeras, una habilidad que la serviría bien en los años que vienen.
A los 16 años fue enviada a Estados Unidos para que completase sus estudios. Ruth terminó su educación secundaria en Montreat, Carolina del Norte, mientras que sus padres estaban allí.
En 1937, ella se alistó en la Universidad de Wheaton, en las afueras de Chicago, Illinois, y tres años más tarde era “aprendiz de predicadora”, un apodo que otros estudiantes le dieron debido al joven que la cortejaba, Billy Graham, un apuesto y fornido muchacho que ya se destacaba como predicador.
Desde el día en que comenzó su noviazgo con Billy, también comenzó una lucha interna en Ruth, entre lo que tenía en su corazón acerca del llamado al campo misionero, y su amor floreciente por el joven evangelista.

En abril de 1941 después mucho de luchar en oración, Ruth decidió que la misión de su vida debía ser encausada en la pasión de Billy por el evangelismo.
Poco después su graduación de Wheaton, Ruth Bell y Billy Graham se casaron en Montreat, el 13 de agosto de 1943.
Por un breve período, Ruth sirvió “esposa de pastor” en Western Springs, Illinois, antes de que Billy dedicara por completo al servicio como evangelista en Youth For Christ; como presidente de escuelas del noroeste en Minneapolis, Minnesota; y eventualmente como evangelista y presidente de la Asociación Evangelística Billy Graham.

Con sus tiempos cada vez más acortados, en parte debido a los frecuentes viajes evangelísticos –además de tener a su primera hija en camino- Ruth convenció a Billy para que se mudaran a Montreat, cerca de sus padres.
El ministerio de Ruth prosperó en las montañas de Carolina del Norte Occidental, en donde ella construyó la granja familiar y crió a cinco niños: Virginia (Gigi), Anne, Ruth, Franklin, y Nelson Edman (Ned).

Ruth atesoraba su papel como la mujer fuerte detrás del “pastor de América” y era el confidente más cercano del Billy, su consejero más confiable, y su amigo más estimado.
Ella amó moverse detrás de las escenas, lejos de las cámaras, y solía ayudar a Billy a confeccionar los borradores de los sermones e incluso los libros de la investigación.

Ruth era una dotada escritora y poeta. Fue autora o coautora de 14 libros, incluyendo Sitting by my Laughing Fire, Legacy of a Pack Rat, Prodigals and Those Who Love Them, y One Wintry Night.
Pese a su rechazo a convertirse en una personalidad pública, Ruth Graham llegó a conocer a muchas personas famosas, ricas y poderosas a través de su esposo, quien fue asesor espiritual de Presidentes durantes décadas.
El Presidente
George W. Bush y su esposa Laura la consideraban “una mujer de fe notable” quien “inspiró a la gente en todo el mundo con su buen humor, inteligencia, elegancia y bondad”.
En 1996, los Graham recibieron la Medalla de Oro del Congreso de los Estados Unidos “por sus notables y perdurables contribuciones a la moral, a la igualdad racial, a la familia, a la filantropía y a la religión”.
Entre otras cosas, Ruth Graham ayudó a establecer el Centro de Salud Infantil en Asherville, así como el Centro de Entrenamiento Billy Graham, cerca de Montreat.

El 14 de junio de 2007, luego de una penosa enfermedad, Ruth entregó su alma al Señor.
Tenía 87 años.

“Mi esposa Ruth fue la mujer más increíble que jamás he conocido. Siempre que me pidieron que nombre al cristiano más fino con el que me he encontrado, contesté siempre, `mi esposa, Ruth.’ Ella era una gigante espiritual, con un conocimiento sin par de la Biblia. Su comisión para la oración era un desafío y una inspiración para cada uno que la conocía.” - Billy Graham

Abraham Lincoln




Es casi indudable que Usted ha oído de Abraham Lincoln. Él era presidente de Estados Unidos durante la guerra civil, la cual resultó en la libertad para los esclavos. Pero pocos saben que él era un cristiano, y fue criado por padres cristianos bautistas.
Lo siguiente fue tomado del libro “Devocionario de A. Lincoln” – obra basada en un libro publicado en 1852 por “The Religious Tract Society”, Londres, Inglaterra.

El Creyente
El cristianismo influyó grandemente en la vida de Abraham Lincoln desde su niñez hasta su muerte. Todo el mundo sabe que Lincoln nació en una cabaña hecha de troncos, que fue cortador y aserrador de madera, que fue presidente de los Estados Unidos durante la Guerra Civil y que abolió la esclavitud, pero pocos saben la influencia que le ayudó a formar su destino.
Como niño, los libros predilectos de Abraham fueron: La Biblia, Las Fábulas de Esopo, El Progreso del Peregrino, escrito por Juan Bunyan, y La Vida de Washington, por Weems.
Sus padres, Tomás y Nancy Lincoln, eran miembros de la Iglesia Bautista de Little Mount, situado cerca de Elizabethtown, Kentucky, iglesia tan humilde como la rústica cabaña donde nació Abraham en el año 1812.
En 1815, los Lincoln salieron de Kentucky y se fueron a vivir en las inmediaciones de Gentryville, estado de Indiana. Tomás Lincoln y su esposa se hicieron miembros de la Iglesia Bautista de Pigeon Creek. Tomás ayudó en la construcción de un templo para esta iglesia y fue nombrado diácono de ella. Su hija, Sara, fue bautizada por esta iglesia en 1826, pero murió dos años después y fue sepultada en el cementerio de la misma iglesia.
Una biografía de Abraham Lincoln que fue escrita para una campaña política, que él leyó y corrigió, describe un cuadro de la vida hogareña de los Lincoln así: “Al sufrir la pérdida de su madre en el otoño de 1818, Abraham experimentó el primer gran dolor de su vida. Aunque de una preparación limitada, Nancy Lincoln era una mujer dotada de gran inteligencia natural y de una definida fuerza de carácter. Ella, así como su esposo, fueron miembros devotos de la iglesia bautista. Los domingos, cuando no había ningún culto religioso en los alrededores, la señora Lincoln acostumbraba emplear una parte del día en leer las Escrituras a su familia. Cuando Abraham y su hermana aprendieron a leer, participaban por turnos en el deber de la lectura dominical”.
Después de la muerte de Nancy, Tomás Lincoln se casó con Sarah Bush quien hizo mucho por encauzar el pensamiento del niño Abraham. La madrastra era mujer devota, de convicciones piadosas. Después de asesinado el presidente Lincoln, ella dijo de él: “Era el mejor niño que he conocido. Leía todos los libros que tenía a su alcance Leía la Biblia, pero no con la avidez que algunos dicen… Asistía a los cultos con más o menos regularidad. Al regresar a casa solía repetir el sermón, cosa que entretenía a los niños y les agradaba mucho”.
Cuando Abraham tenía veintiún años de edad, su padre se cambió a la pequeña localidad de New Salem, en el estado de Illinois. Allí, Abraham cultivó amistad con el mentor (pensador) Graham, maestro de una escuela bautista.
Cuando Lincoln era ya padre de familia, dos golpes lo hicieron pensar seriamente en su relación con su Hacedor. En 1849, Eduardo, el segundo hijo de Lincoln, murió de difteria. El reverendo James Smith, pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana de Springfield, Illinois, predicó el sermón fúnebre. Después de la muerte de Eduardo, los Lincoln tomaron en alquiler una banca en el templo de la iglesia presbiteriana y asistían a los cultos. La esposa de Lincoln se unió a esta iglesia, pero Lincoln nunca se hizo miembro de ninguna iglesia.
Cuando en 1862 otro hijo del presidente Lincoln, Guillermo, estaba a punto de morir, el presidente dijo a la enfermera: “Esta es la prueba más grande de mi vida. ¿Por qué ha de ser inevitable que esto tenga que suceder? ¿Por qué?” La enfermera le dijo al presidente que ella había perdido a su marido y a dos niños; que estos estaban en el cielo; que reconocía la mano providencial de Dios en cada muerte, y que amaba a Dios más ahora que antes de su aflicción. Lincoln le preguntó: –¿Cómo pudo usted hallar paz? –Simplemente confiando en Dios –respondió ella–, creyendo que todo lo que Dios hace obra para bien.
Cuando el Presidente Lincoln asistió al culto fúnebre de Guillermo, la enfermera le dio sus condolencias y le prometió orar por él. Él le dio las gracias y repuso: “Procuraré poner mis pesares en las manos de Dios”. Unos días después, la enfermera preguntó al presidente si había podido confiar en Dios y él dijo: “Creo que sí; procuraré hacerlo. Ojalá que tuviera esa fe de niño que usted menciona, mas confío en que Dios me la dará”.
Poco después de este acontecimiento, una señora, en representación de la “Comisión Cristiana” celebró varias entrevistas con el presidente. En una de éstas él le preguntó qué era, según el parecer de ella, lo que constituye una experiencia religiosa. Ella le respondió que es necesario reconocer la propia pecaminosidad, sentir la necesidad personal de un Salvador y buscar la ayuda del Espíritu Santo hasta obtener la evidencia satisfactoria de haber tenido un nuevo nacimiento espiritual. El presidente meditó unos momentos, y luego contestó: “Si lo que usted me dice es el concepto correcto de este gran tema, creo que puedo decir con sinceridad que me considero como un cristiano. No me había dado cuenta de estas cosas, sino hasta que falleció mi Guillermito. Este golpe me derribó. Sentí mi debilidad como nunca antes, y sí puedo aceptar lo que usted me dice como una prueba, creo que puedo decir que he experimentado en parte este cambio del cual usted me habla; además, permítame agregar que hace tiempo he tenido la intención de hacer, en una ocasión oportuna, una pública confesión religiosa”.
No solamente debido a sus pesares personales, sino también a la inmensa responsabilidad que pesaba sobre él como presidente de una nación dividida por causa de la abolición de la esclavitud, el señor Lincoln buscaba la ayuda divina.
Es bien sabido que el presidente Lincoln era hombre de oración. En la ciudad de Washington hay una estatua de Lincoln arrodillado en oración.
El Coronel Rusling escuchó al Presidente Lincoln relatar lo siguiente al General Sickles, después de la victoria de Gettysburg: “La verdad es, General, que durante la violencia y la tensión de la batalla librada allí, fui a mi cuarto, me puse de rodillas y pedí al Dios Todopoderoso la victoria en Gettysburg. Le dije que este país era de él, que la causa era de él, y que no podríamos resistir otras derrotas como las de Fredericksburg y Chancellorville. Le hice a mi Hacedor un voto: de que si él estaba con ustedes en Gettysburg, yo estaría al servicio de él. ¡Así lo hizo, el Señor y yo cumpliré mi parte! Después de todo esto sentí que el Todopoderoso Dios había tomado todo el asunto en sus manos”.
Lincoln no solamente oraba, sino que también recomendaba la oración a otros. En una carta dirigida a su hermanastro, Juan Johnston, el señor Lincoln le escribió en ocasión de enfermedad de su padre, el siguiente párrafo: “Espero sinceramente que nuestro padre recobre la salud, pero suceda lo que suceda, dile que invoque y confíe en nuestro Hacedor bueno, grande y misericordioso, quien no lo rechazará en ningún caso extremo. El que está atento a la caída de un pajarillo, que cuenta nuestros cabellos, no se olvida del moribundo que pone su confianza en él”.
La referencia a Mateo 10:29, 30 hecha en esta carta, pone de manifiesto el uso que hacía Abraham Lincoln de la Biblia. Él tenía varias Biblias. Conservaba una sobre su escritorio y la citaba de vez en cuando ante sus colegas. Lincoln hacía uso frecuente de la Biblia en sus discursos. Cuando aún vivía en Springfield, en 1858, describió la condición del país citando las palabras de Mateo 12:25: “toda… casa dividida contra si misma, no permanecerá”.
Cuanto más sentía el peso de su responsabilidad y la gravedad de la situación nacional, tanto más se refería a la Biblia o la citaba. En el discurso de su segunda toma de posesión de la presidencia, el presidente Lincoln se refirió a la Biblia, la citó, y colocó al pueblo frente a frente con Dios de tal manera, que por poco el discurso pudo haber sido clasificado como un sermón.
Su estimación por la Biblia se reveló cuando al recibir una Biblia como obsequio de un grupo de raza de color en Baltimore, Lincoln les dijo: “Con respecto a este gran Libro, sólo puedo decir que es el mejor don que Dios ha dado al hombre. Por medio de este libro se nos comunica todo el bien que el Salvador otorgó al mundo”.
El político y abogado
Lincoln fue elegido diputado de Illinois por el Partido Whig en 1834, y ocupó su escaño hasta 1841. Pronto destacó como uno de los líderes del partido y fue uno de los que propuso trasladar la capital del estado a Springfield, donde él se estableció en 1837. Comenzó a ejercer la abogacía en 1836.
Lincoln se oponía a la esclavitud y en 1837 fue uno de los dos miembros de la cámara baja de su estado que firmó una protesta contra ella. Elegido miembro del Congreso federal en 1846, destacó por sus abiertas críticas a la guerra contra México y por la formulación de un plan para la emancipación gradual en el distrito federal de Columbia. Sin embargo, no fue abolicionista. Respetando el derecho de los estados a resolver sus propios asuntos, se dedicó simplemente a evitar que se difundiera la esclavitud.
En 1849 regresó a Springfield para continuar ejerciendo su profesión. Pero en 1854, debido a su asombro ante el Acta Kansas-Nebraska (para la implantación de la esclavitud en el noroeste) del senador Stephen A. Douglas, decidió retornar a la política. Demostrando claramente su oposición a la anulación del Compromiso de Missouri, argumentó que ésta era una medida equivocada porque la esclavitud era injusta en sí misma. Al año siguiente se presentó como candidato para el Senado de Estados Unidos, pero viendo que no podía ganar, apoyó a Lyman Trumbull, un demócrata que también se oponía al Acta Kansas-Nebraska defendida por Douglas.
Comenzó entonces una serie de debates entre Lincoln y Douglas acerca de esta cuestión y, a pesar de que Lincoln perdió las elecciones finalmente, este debate le valió el reconocimiento de toda la nación.

Elección y Crisis de Secesión
En 1860, los republicanos nominaron a Lincoln candidato a la presidencia.
Teniendo por rivales electorales a los demócratas Douglas y John Breckinridge, y a John Bell, del Partido de la Unión Constitucional, Lincoln ganó por mayoría y fue elegido presidente.

Lincoln Presidente
Cuando prestó juramento el 4 de marzo de 1861 Lincoln se enfrentaba a una Confederación hostil, decidida a expandirse y que amenazaba a los fuertes federales del Sur.
Con el deseo de no ofender a los estados sureños, que aún no se habían separado de la Unión, Lincoln se negó al principio a tomar acciones decisivas. Sin embargo, finalmente hubo de acudir en ayuda de la guarnición sitiada. Esta fue la chispa que marcó el inicio de la Guerra Civil estadounidense. Cuando Lincoln reclutó a 75.000 voluntarios, el Norte respondió con entusiasmo, pero el resto de los estados Sureños se unió a los secesionistas.
Emancipación

Lincoln comenzó en 1861 a realizar un prudente programa antiesclavista, mediante dos leyes de Confiscación (para la liberación de los esclavos utilizados por los confederados con fines militares) y por otra que abolió la esclavitud en el distrito federal de Columbia.
El proceso culminó en julio de 1862, cuando comunicó a su gabinete que pensaba dictar la Proclamación de la emancipación, pero tuvo mucho cuidado para suavizar la aplicación de la misma en los estados fronterizos que fueron excluidos específicamente. La Proclamación no se hizo definitiva hasta el 1 de enero de 1863. Promulgada por el presidente.
En 1864 aconsejó la aprobación de una enmienda antiesclavista a la Constitución de Estados Unidos. La enmienda fue aprobada tras la reelección de Lincoln, cuando hizo uso de todos los poderes de su cargo para asegurar que se aprobara en la Cámara de Representantes (31 de enero de 1865).
• El Día de Acción de Gracias Desde 1621 hasta 1863, se celebró esporádicamente y en distintas fechas, y por ser una celebración religiosa, algunos gobernadores consideraban que decretarla era interferencia estatal en la religión. Aunque el presidente Washington había emitido una proclama en 1789, fue el presidente Lincoln quien decretó el feriado nacional durante la Guerra Civil.
Su asesinato
Pocas semanas después anunció públicamente su apoyo al derecho limitado de sufragio para los negros en Luisiana. Ante la posibilidad de que los negros adquirieran el derecho a voto, John Wilkes Booth, un famoso actor, disparó a Lincoln en el Ford’s Theatre de la ciudad de Washington el 14 de abril de 1865. El presidente murió al día siguiente.
Recordado por su honestidad, compasión y fortaleza de espíritu, es uno de los presidentes más respetados de Estados Unidos.
Su personalidad humanitaria, sus brillantes discursos y su habilidad política garantizaron la salvación de la Unión. El hecho de que se hiciera famoso también como el ‘Gran Emancipador’ se debe en gran medida a su excelente sentido para elegir el momento adecuado para llevar a cabo la abolición de la esclavitud y aplicar una política de Reconstrucción que concebía una concesión gradual de derechos políticos y sufragio a los antiguos esclavos negros.

Martin Luther King








Nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta (Georgia). Hijo del Reverendo Martin Luther King, llegó al mundo en una habitación de la casa en la Avenida Auburn 501.
Fue el primogénito y recibió el mismo nombre que su padre, los familiares lo llamaban “M.L.”

Durante los próximos 12 años vivió en esta casa victoriana de dos pisos, junto con sus padres, abuelos, hermanos, tíos, tías y otros residentes. Dos cuadras al oeste de su casa está la Iglesia Bautista Ebenezer, la parroquia del abuelo y el padre de Martin.
Ingresó con 15 años en el Morehouse College y fue ordenado ministro baptista a los 17. En 1951 se Graduó en el Crozer Theological Seminary, realizó su trabajo de posgrado en la Universidad de Boston. En Crozer y Boston comenzó a tratar las ideas del nacionalista indio Mohandas Gandhi, las cuales se convirtieron en el centro de su propia filosofía de protesta no violenta.

En 1954 fue nombrado como pastor en la Iglesia bautista de Dexter Avenue en Montgomery (Alabama). Ese año, fue prohibida la educación pública segregacionista que mantenían el Tribunal Supremo de Estados Unidos con numerosos estados del sur.
En 1955 se barajó la idea de un boicot pidiéndole lo dirigiera contra una compañía de transportes públicos en Montgomery, en la que se había cometido la injusticia de provocar el arresto de una mujer negra tras negarse a dejar su asiento a un pasajero de blanco. Martin Luther King llamó al boicot de los autobuses de Montgomery con las siguientes palabras: “No tenemos otra opción que la protesta. Han sido muchos los años de notable paciencia, hasta el punto de que, en ocasiones, hemos dado a nuestros hermanos blancos la impresión de que nos gustaba el modo en que nos trataban. Pero esta noche estamos aquí para liberarnos de esa paciencia que nos ha hecho pacientes con algo tan importante como la libertad y la justicia”.
La protesta se llevó a cabo durante 381 días; en ella King fue arrestado y encarcelado, su vivienda fue destrozada y recibió muchas fue amenazado de muerte.
En 1956 se puso fin al boicot con una orden del Tribunal Supremo que prohibía la segregación en el transporte público de la ciudad.

Trás el éxito conseguido en el boicot de Montgomery, King tomó el papel de líder muy respetado.
Trás esto, se fundó la Conferencia de Líderes Cristianos del Sur (SCLC) por los clérigos negros de todo el Sur, los cuales nombraron a King su presidente.
En 1959 abandonó su pastorado en Montgomery para ejercer en la Iglesia baptista de Ebenezer en Atlanta, un gran paso para permitirle participar en el liderazgo nacional del movimiento de derechos civiles.
Al principio estaba centrado en la reconciliación, ahora debido a el liderazgo negro sufría una transformación radical exigía un cambio ‘por cualquier medio posible’. Surgieron ciertas diferencias de ideología y jurisdicción entre la SCLC y otros grupos (Poder Negro y Musulmanes Negros), pero King pidió que la no violencia, siguiera siendo la estrategia principal de resistencia.

En 1963 se puso al frente en Birmingham (Alabama) de una campaña a favor de los derechos civiles para lograr el censo de votantes negros, acabar con la segregación y conseguir una mejor educación y alojamiento en los estados del sur. Durante estas campañas fue arrestado varias veces. El 28 de agosto de 1963 las 200.000 personas que habían marchado sobre Washington en apoyo de los derechos civiles, le oyeron pronunciar su más famoso discurso: “Sueño con el día en que esta nación se levante para vivir de acuerdo con su creencia en la verdad evidente de que todos los hombres son creados iguales (…) Sueño con el día en que mis cuatro hijos vivan en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por la integridad de su carácter”. En 1964 le otorgaron el Premio Nobel de la Paz.
Despué
s de razonar una y otra vez, King creyó que la solución de los problemas locales de las relaciones humanas eran inviables debido a la guerra Vietnam. Las estrategias de King fueron objetadas. En Chicago, los baptistas negros locales se le opusieron públicamente. También allí los manifestantes plantaron cara a bandas de blancos, dirigidos por neonazis miembros del Ku Klux Klan, dando lugar a enfrentamientos.

Por lo que se refiere a la guerra del Vietnam, muchos creyeron que el liderazgo negro debería concentrarse en la lucha de la injusticia racial dentro de Estados Unidos. En 1967, King se asoció a los dirigentes del movimiento contra la guerra, independientemente de su color. La posterior preocupación de King por Vietnam y su determinación en dirigir una ‘marcha del pueblo pobre’ sobre Washington pusieron en peligro su vida.
El 4 de abril de 1968 King fue asesinado en Memphis (Tennessee). James Earl Ray, un preso blanco que había escapado de la prisión, fue arrestado por el asesinato; declarado culpable, en marzo de 1969 se le sentenciaron 99 años de cárcel. El lugar de nacimiento y su tumba en Atlanta fueron designados lugares históricos nacionales.
Para conmemorar la muerte violenta el 4 de abril de 1968 del líder de los derechos civiles, Martin Luther King, Jr., muchas ciudades y estados decretaron días para recordarlo. Algunos días coincidían con el de su nacimiento y otros con el de su muerte.
Desde 1986 se escogió un día cercano al de su nacimiento (el 15 de enero) como fiesta nacional, y el Congreso decretó que fuera el tercer lunes de enero.

Discurso leído durante la histórica Marcha sobre Washington
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio.
Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero.
Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de “fondos insuficientes”.
Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado.
Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia.
Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial.
Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad. Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros.
Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre.
No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía.
Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia.
Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio.
Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina.
No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra.
No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás. Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, “¿Cuándo quedarán satisfechos?” Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande.
Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar.
No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que “la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente”.
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca.
Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño “americano”.
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”. Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad.
Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres. Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, “Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad”.
Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad. Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! “De cada costado de la montaña, que repique la libertad”.
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: “¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!” -Washington, DC 28 de agosto de 1963-

Guillermo Carey






Guillermo Carey es considerado el Padre de las Misiones Modernas. Nació en Inglaterra en 1762, hijo de anglicanos y criado en la Iglesia. Desde muy joven comprobaba tener una inteligencia cuya sed de saber no parecía saciarse nunca.
Especialmente le fascinaban los idiomas.
Trabajando de zapatero desde los 16 años, siempre tenía algún libro de estudio al lado de los zapatos.
Un día un compañero le invitó a una reunión no anglicana. Tenía 18 años y el sermón que oía sobre Hebreos 13:13-14 hizo que entregara la vida a Cristo. Cuando después entendía que Dios le guiaba fuera de la Iglesia Anglicana obedeció, aunque le costaba. Seguían trece años de duros trabajos como zapatero, como maestro de niños, como predicador ferviente y, sobre todo, como incansable estudiante. Además se casó y tenía familia.
Cada vez le pesaba más la indecible necesidad de los paganos. Mirando atrás, entendemos que Guillermo estaba experimentando algo como ‘dolores-de-parto’. Pero al hablar de esta ‘carga’ con otros siervos de Dios, no era siempre comprendido o bien recibido. Una vez, en una reunión de pastores bautistas, cuando enfatizaba la necesidad de llevar el evangelio a los paganos, un pastor de más edad y experiencia quedó exasperado. Le espetó: “¡Joven, siéntese, siéntese! Usted es un entusiasta, pero cuando a Dios le complazca convertir a los paganos, Él sabrá hacerlo sin consultar ni a usted, ni a mí.”
No obstante, el 2 de octubre de 1792, Carey y otros doce siervos de Dios, ‘dan a luz’ la Sociedad Misionera Bautista. Y ya, el siguiente año, después de grandes pruebas, el mismo Guillermo y joven familia, junto con un compañero, zarpan en un velero danés. Este necesitó cinco meses para llegar a Calcuta en la India.
Durante este viaje Guillermo Carey aprendió suficiente bien el bengalí como para entenderse con el pueblo. Poco después de desembarcar comenzó a predicar, y los oyentes venían a escucharlo en número siempre creciente.
Carey percibió la necesidad imperiosa de que el pueblo tuviese una Biblia en su propia lengua y, sin demora, se entregó a la tarea de traducirla. La rapidez con que aprendió las lenguas de la India, es motivo de admiración para los mejores lingüistas.
Nadie sabe cuántas veces nuestro héroe experimentó grandes desánimos en la India. Su esposa no tenía ningún interés en los esfuerzos de su marido y enloqueció. La mayor parte de los ingleses con quienes Carey tuvo contacto, lo creían loco; durante casi dos años no le llegó ninguna carta de Inglaterra. Muchas veces Carey y su familia carecieron de dinero y de alimentos. Para sustentar a su familia, el misionero se volvió labrador, y trabajó como obrero en una fábrica de añil.
Durante más de treinta años Carey fue profesor de lenguas orientales en el Colegio de Fort Williams. Fundó también el Colegio Serampore para enseñar a los obreros. Bajo su dirección el colegio prosperó, y desempeñó un gran papel en la evangelización del país.
Al llegar a la India, Carey continuó los estudios que había comenzado cuando era niño. No solamente fundó la sociedad de agricultura y Horticultura, sino que también creó uno de los mejores jardines botánicos; escribió y publicó el Hortus Bengalensis. El libro Flora Indica, otra de sus obras, fue considerada una obra maestra por muchos años.
No se debe pensar, sin embargo, que para Guillermo Carey la horticultura era sólo una distracción. Pasó también mucho tiempo enseñando en las escuelas de niños pobres. Pero, sobre todo, siempre ardía en su corazón el deseo de llevar adelante la obra de ganar almas.
Cuando uno de sus hijos comenzó a predicar, Carey escribió: “Mi hijo, Félix, respondió al llamado de predicar el evangelio.”
Años más tarde, cuando ese mismo hijo aceptó el cargo de embajador de la Gran Bretaña en Siam, el padre, desilusionado y angustiado, escribió a un amigo: “Félix se empequeñeció hasta volverse un embajador!”
Durante los cuarenta y un años que Carey pasó en la India, no visitó Inglaterra. Hablaba con fluidez más de treinta lenguas de la India; dirigía la traducción de las Escrituras en todas esas lenguas y fue nombrado para realizar la ardua tarea de traductor oficial del gobierno. Escribió varias gramáticas hindúes y compiló importantes diccionarios de los idiomas bengalí, maratí y sánscrito. El diccionario bengalí consta de tres volúmenes e incluye todas las palabras de la lengua, con sus raíces y origen, y definidas en todos los sentidos.
Todo esto fue posible porque Carey siempre economizó el tiempo, según se deduce de lo que escribió su biógrafo:
“Desempeñaba estas tareas hercúleas sin poner en riesgo su salud, porque se aplicaba metódica y rigurosamente a su programa de trabajos, año tras año. Se divertía pasando de una tarea a la otra. El decía que pierde más tiempo cuando se trabaja sin constancia e indolentemente, que con las interrupciones de las visitas. Observaba, por lo tanto, la norma de tomar, sin vacilar, la obra marcada y no dejar que absolutamente nada lo distrajese durante su período de trabajo.”
Lo siguiente, escrito para pedirle disculpas a un amigo por la demora en responderle su carta, muestra cómo muchas de sus obras avanzaron juntas:
“Me levanté hoy a las seis, leí un capítulo de la Biblia hebrea; pasé el resto del tiempo, hasta las siete, orando. Luego asistí al culto doméstico en bengalí con los sirvientes. Mientras me traían el té, leí un poco en persa con un munchi que me esperaba; leí también, antes de desayunar, una porción de las Escrituras en indostaní.
Luego, después de desayunar, me senté con un pundite que me esperaba, para continuar la traducción del sánscrito al ramayuma. Trabajamos hasta las diez. Entonces fui al colegio para enseñar hasta casi las dos de la tarde. Al volver a casa, leí las pruebas de la traducción de Jeremías al bengalí, y acabé justo cuando ya era hora de comer. Después de la comida, me puse a traducir, ayudado por el pundite jefe del colegio, la mayor parte del capítulo ocho de Mateo al sánscrito. En esto estuve ocupado hasta las seis de la tarde. Después de las seis me senté con un pundite de Telinga, para traducir del sánscrito a la lengua de él. A las siete comencé a meditar sobre el mensaje de un sermón que prediqué luego en inglés a las siete y media. Cerca de cuarenta personas asistieron al culto, entre ellas un juez del Sudder Dewany Dawlut. Después del culto el juez contribuyó con 500 rupias para la construcción de un nuevo templo. Todos los que asistieron al culto se fueron a las nueve de la noche; me senté entonces para traducir el capítulo once de Ezequiel al bengalí. Acabé a las once, y ahora te estoy escribiendo esta carta. Después, clausuraré mis actividades de este día en oración. No hay día en que pueda disponer de más tiempo que esto, pero el programa varía.”
Al avanzar en edad, sus amigos insistían en que disminuyese sus esfuerzos, pero su aversión a la inactividad era tal, que continuaba trabajando, aun cuando la fuerza física no era suficiente para activar la necesaria energía mental. Por fin se vio obligado a permanecer en cama, donde siguió corrigiendo las pruebas de las traducciones.
Finalmente, el 9 de Junio de 1834, a la edad de 73 años, Guillermo Carey durmió en Cristo.
La humildad fue una de las características más destacadas de su vida, Se cuenta que, estando en el pináculo de su fama, oyó a cierto oficial inglés preguntar cínicamente: “¿El gran doctor Carey no era zapatero?” Carey al oír casualmente la pregunta respondió:
“No, mi amigo, era apenas un remendón.”
Cuando Guillermo Carey llegó a la India, los ingleses le negaron el permiso para desembarcar. Al morir, sin embargo, el gobierno ordenó que se izasen las banderas a media asta, para honrar la memoria de un héroe que había hecho más por la India que todos los generales británicos.
Se calcula que Carey tradujo la Biblia para la tercera parte de los habitantes del mundo. Así escribió uno de sus sucesores, el misionero Wenger: “No sé cómo Carey logró hacer ni siquiera una cuarta parte de sus traducciones. Hace como veinte años
(En 1855) que algunos misioneros, al presentar el evangelio en Afganistán (país del Asia Central), encontraron que la única versión que ese pueblo entendía, era la Pushtoo hecha en Sarampore por Carey.”
La traducción de la Biblia destacaba en la obra de Carey, y cuando moría en 1834 a la edad de 73 años, la Biblia entera, o partes de ella, habían sido traducidas e impresas en nada menos que 44 idiomas y dialectos. Su ejemplo de vida y obra fue el instrumento en la mano de Dios para ‘desencadenar’ movimientos misioneros en Inglaterra y en varios otros países. En los siguientes dos siglos estos habían de llegar con el evangelio a incontables rincones del mundo.
El cuerpo de Guillermo Carey descansa, pero su obra continúa siendo una bendición para una gran parte del mundo.

Guillermo Payne







El famoso poema anticlerical de Adela Zamudio “Quo Vadis” fue inspirado en unos sucesos violentos que estremecieron a la ciudad de Cochabamba en 1902. Los munícipes conservadores y católicos trataron de impedir la instalación de una iglesia evangélica dirigida por un pastor protestante irlandés, quien contaba con frontal respaldo del régimen liberal. Aquella “guerra de las biblias” fue prolegómeno de una reforma constitucional que permitió la libertad de culto en Bolivia
Era la primavera de 1902 cuando el Concejo Municipal hizo comparecer a un extraño vendedor de biblias no católicas, quien había instalado una librería y sala de conferencias a media cuadra de la plaza 14 de Septiembre, sobre la Calle del Comercio (hoy Nataniel Aguire), alquilando la tienda de un munícipe liberal para establecer aquella que vino a ser la primera iglesia evangélica en Cochabamba.
El extranjero se llamaba Guillermo Payne (1870-1924). Era un predicador irlandés que había llegado a Bolivia con la Misión Bautista Canadiense, considerada una secta religiosa que, sin embargo, gozaba de respaldo gubernamental en el flamante régimen liberal instalado tras la Revolución Federal.
“El Heraldo” se vistió entonces de sotana y claramente influido por monseñor Jacinto Anaya —el Obispo de Cochabamba que era asesorado por su maquiavélico secretario Fray Pierini— lanzó esta inquisidora crónica publicada el 20 de septiembre del 902:
“En mérito a la resolución adoptada por el H. Concejo Municipal en el asunto de la propaganda protestante, fue llamado al salón de sesiones el jefe principal de los conferencistas, a quien se le hizo presente que la Municipalidad, en uso de sus atribuciones, estaba en el caso de interrogarle sobre su procedencia, su oficio y los fines que perseguía”.
“El Heraldo” ofrecía esta versión sobre la respuesta de Payne: “Con todo desplante, y sin guardar ninguna de las más triviales reglas de cortesía ni urbanidad, como quien cuenta con un apoyo poderoso que le escuda de la sanción de las leyes, pregunta a su vez qué derecho tenía el Concejo para hacerle tales interrogaciones”.
Entonces la autoridad edil hizo saber al protestante sus competencias: “El Presidente, con la entereza que le imponía su deber, le manifestó cuál era la autoridad que inviste el Concejo —como encargado por la ley del pueblo— para velar por las buenas costumbres e inquirir por la observancia de los reglamentos tanto a nacionales como extranjeros que ofrecen espectáculos públicos o venta de libros u otras mercaderías”.

Y fue así que Payne se presentó: “El extranjero respondió que se llama Guillermo Payne, que es fotógrafo, pastor protestante, y tiene todos los oficios que se ignoran en este país que no conoce el protestantismo. Que es oriundo de Irlanda, que venderá biblias tan pronto llegue su cargamento y que consultará con abogado sobre si deberá o no sujetarse a las leyes del país”.

Luego la clerical sentencia municipal: “Entonces se le hizo conocer la Resolución Municipal por la que se le prohíbe celebrar ceremonias ajenas a las costumbres religiosas del país. Salió el sujeto como perro cencerro”.

Así comenzó una singular guerra de cultos que habría de concluir con el fin del monopolio de la religión católica en el municipio cochabambino. Payne había decidido no acatar la prohibición del Concejo y persistió en su misión protestante.

Arcángeles municipales
Cuando las prédicas de Payne llegaron a oídos del obispo Jacinto Anaya, éste se sintió crucificado y lanzó un grito al cielo invocando el auxilio de los santos arcángeles municipales. Pero cuando el Concejo Municipal anunció una multa contra Payne por violar la ley del exclusivismo católico, el también cochabambino Aníbal Capriles, ministro de Gobierno del régimen liberal, amenazó con enjuiciar a los munícipes “por atentar contra la libertad de comercio”.
El gobierno liberal sabía que el Concejo Municipal podía multar a Payne por realizar cultos no católicos prohibidos por la Constitución de 1888 todavía vigente. Por eso Payne insistía en identificarse como simple “vendedor de biblias” y, apoyado por las autoridades liberales, hacía prevalecer su derecho constitucional de ejercer el libre comercio.

Desde la Paz, ¡vade retro Satán!, el gobierno de José Manuel Pando era el principal promotor de las actividades de Payne en Cochabamba. Encubierto como “vendedor de biblias”, el evangelista cumplía en los hechos una misión gubernamental relacionada con el programa liberal de romper el monopolio del culto católico como religión oficial del Estado. Era una vieja consigna liberalista que el propio mariscal Sucre puso en práctica cuando expropió conventos y monasterios para convertirlos en teatros y escuelas.
La ciudad se desbautizaba y su Concejo Municipal alzó la cruz y la espada para librar la santa batalla.
Benjamín Blanco, quien entones era presidente del Concejo Municipal, mandó un extenso telegrama al ministro Capriles defendiendo las prohibiciones impuestas a Payne. La misiva, una joya anti-protestante y clerical, fue reproducida por “El Heraldo” en su edición del 25 de septiembre de 1902 y no resistimos la endiablada tentación de copiarla textualmente:
“Payne no es vendedor de biblias y no las tiene. Con apoyo de las autoridades política y judicial (Caballero y Salinas) daba en su casa funciones de rito protestante invitando por tarjeta y empezando con cantos al piano de dos mujeres a su servicio. Recitación de salmos y blasfemas contra la sagrada escritura y la Virgen Santísima, forman el espectáculo donde acuden a distraerse colegiales y gente desocupada. La Municipalidad recibió una solicitud de amparo de lo más selecto de las señoras de esta ciudad (…). En consecuencia la Municipalidad mandó llamar a Payne que se portó descortés y le intimó que no podía dar semejantes funciones sin autorización de la Municipalidad, que le prohibía darlas en adelante. Y sin embargo esa misma noche volvió a dar su función consabida, con apoyo de la autoridad política, que le mandó guardias para no ser perturbado en sus rituales disidentes. El Concejo hasta la fecha no ha aplicado multa alguna. Por correo seré más largo. Benjamín Blanco”.

El Ministro de Gobierno respondió a Blanco esgrimiendo la ley de Adam Smith: Dejar hacer, dejar pasar.

La batalla final
El evangelista Payne era un poderoso advenedizo. La arrogancia con que se enfrentó a los viejos patriarcas del municipio exasperó los ánimos y fue la chispa que hizo estallar la guerra declarada desde el Concejo Municipal y desde el Obispado. Benjamín Blanco y Jacinto Anaya eran los comandantes en jefe de un ejército de lacrimosas beatas e indignados feligreses que decidieron tomar la justicia divina en sus manos.
A fines de septiembre de 1902, según una crónica de Augusto Guzmán, “el catolicismo local juntó sus huestes en popular muchedumbre y arremetió, incontenible y despiadado, contra la sede del protestantismo. Arrojando a la calle muebles y enseres, la embravecida turba se puso a quemarlo todo”.

Fue entonces cuando Fidel Araníbar, prefecto del régimen liberal, encomendó al Regimento de Caballería Abaroa la misión de dispersar a la turba católica en defensa de Payne y sus acólitos, quienes “tuvieron que huir por las paredes bajo la protección militar para poner a salvo sus vidas”. El avance de la caballería era acompañada por traviesos niños de los barrios del sur, hijos de artesanos y chicheros que, desde Caracota, aprovecharon el escándalo para ingresar a la Plaza Principal y tomar festiva y bulliciosamente ese espacio prohibido al “bajo pueblo”.

Guzmán describe así el enfrentamiento: “La carga marcial del Abaroa contra la turba fanática provocó otra manifestación de protestas, acaudillada por señoras de sociedad que censuraron la severidad justificada de la represión. Los jacobinos por su parte también fueron actores de otro hecho violento: apedrearon el Seminario donde se educaba la juventud católica”.

El director del Seminario apedreado era Francisco Pierini, fraile que asesoraba a monseñor Anaya.

Pierini era un hábil manipulador de la sensibilidad femenina y organizó una hueste de señoras beatas con el argumento de que la presencia de Payne en Cochabamba era parte de una conjura internacional del Anti Cristo para derribar al Papa León XIII. Ante semejante plan satánico, las damas de la sociedad cochabambina redactaron un “Pliego de Amparo” a favor del Papa recolectando firmas en toda la ciudad. Cuando las soldadas de Pierini golpearon la puerta del poeta Adrián Pereira pidiendo su firma en el “Pliego de Amparo”, el vate respondió con el ingenio propio de la viveza valluna: “¡Cómo pues yo lo voy a amparar al Papa, si más bien el Papa tendría que ampararme a mí!”.

Los incidentes religiosos de Cochabamba fueron el antecedente inmediato para la futura Reforma Constitucional que posibilitó la libertad de culto en Bolivia, medida materializada ya en 1906 con la Ley de Abolición del Fuero Eclesiástico dictada por el gobierno de Ismael Montes.

El verso santo de Zamudio
La reforma moral, intelectual y religiosa que trajo la Revolución Federal en los albores del siglo XX, tuvo, desde Cochabamba, el respaldo de talentos tan brillantes como el de Adela Zamudio. La maestra y poetisa, una auténtica santa anti-clerical, fervorosa mariana y fiel creyente de Santa Teresa de Ávila, afianzaba su cristianismo en un radical repudio contra la doble moral de la cúpula romana y contra el poder autoritario de los jerarcas católicos que hicieron de este municipio un territorio encadenado a las sotanas.
Fue enemiga acérrima de fray Pierini y durante la crisis de 1902 apoyó sin tapujos al “vendedor de biblias” Guillermo Payne. Los acontecimientos de septiembre inspiraron uno de los poemas más brillantes surgidos de la pluma de Zamudio. Fue publicado al iniciarse la cuaresma de 1903 en las páginas del “El Heraldo” bajo el título de “¿Quo Vadis?” y su lectura es obligada para entender mejor aquel singular contexto en la historia de nuestra ciudad:
La Roma en que tus mártires supieron en horribles suplicios perecer, es hoy lo que los Césares quisieron: emporio de elegancia y de placer.
Allí está Pedro. El pescador que un día profesó la pobreza y la humildad cubierto de lujosa pedrería ostenta su poder y majestad.
Feroz imitador de los paganos el Santo Inquisidor ha quemado en tu nombre a sus Hermanos… ¿A dónde vas, Señor?
Allá en tus templos donde el culto impera, ¿qué hay en el fondo? O lucro o vanidad. ¡Cuán pocos son los que con fe sincera te adoran en espíritu y verdad!
El mundo con tu sangre redimido, veinte siglos después de tu pasión; es hoy más infeliz, más pervertido, más pagano que en tiempo de Nerón”.

Estos versos provocaron una ruptura definitiva entre la poetisa y la curia local. Fray Pierini exigió la excomunión de Adela Zamudio; pero la poetisa supo imponer su lúcida visión religiosa con la tenacidad y transparencia de su pluma, contribuyendo a una profunda democratización y humanización de la sociedad cochabambina.

Jorge Müller






Nació en 1805 en Prusia en el seno de una familia de buen pasar.
Alejado de cualquier idea de compromiso con Dios, creció lejos de éste. Aconsejado por su padre y con la idea de obtener una profesión cómoda y rentable, estudió en el Seminario de Teología. Quería ser ministro, aunque no había conocido de un encuentro personal con el Señor. Su gusto por el estudio lo llevó a destacarse. Tenía gran facilidad para aprender idiomas, por lo que llegó a manejar varias lenguas, incluyendo griego, latín y hebreo.
Cierta vez, cuando tenía cerca de veinte años, asistió a una reunión “informal” en donde algunas personas se juntaban para leer la Biblia, charlar y orar. Esta forma de encuentro le llamó poderosamente la atención, sobre todo el hecho de que los asistentes oraran de rodillas.
Ese mismo día marcó un antes y un después en la vida de Müller.
Jorge Müller, aquel que había estudiado sobre Dios sin conocerlo, había encontrado el camino de la relación personal con el Creador.
La búsqueda de Dios a través de la oración lo llevó por rumbos insospechados para él. Sus propios compañeros de Seminario comenzaron a burlarse del interés real en las cosas divinas que mostraba . Se cuenta que cuando su padre se enteró de la “conversión” de Müller, se disgustó en gran manera.
Su primer proyecto ahora era terminar el Seminario para dedicar su vida a Dios. Había planeado viajar por Europa predicando el Evangelio en las comunidades judías.
Su mentor, el profesor Dr. Tholuck, le aconsejó completar su capacitación misionera en Londres, antes de lanzarse al trabajo a pleno. Gracias a que fuera declarado físicamente incapaz, pudo evitar enrolarse en el servicio militar prusiano lo que hubiera impedido su viaje.
Una vez instalado en Londres, su vida profundizaría en la relación personal con Dios. Con la misma devoción y fuerza que ponía en el estudio de la Palabra de Dios y la Oración, exhortaba a otros a seguir por este camino.
Allí mismo, en Londres, comenzaría a concretar su llamado a promulgar el Evangelio entre los judíos, aún antes de completar su formación misionera.
En poco tiempo fue nombrado Pastor de una congregación. Su pastorado se fundamentó en dos pilares: la Palabra de Dios y la Oración.
Se casó con Mary Groves. Ellos vieron como incorrecta la costumbre de la época, en que los feligreses pagaban por presenciar el servicio. Decidieron que no sería más de esta manera, que dependerían de Dios y del amor de los hermanos.
Jorge escribió: “Esta manera de vivir, con frecuencia ha sido el medio por el cual la gracia ha vuelto a reanimar mi enfriado corazón, y me ha restablecido en el Señor después de un tiempo de reincidencia. Porque no es tolerable ni puede uno vivir en el pecado y a la vez mantener la comunión con Díos, para conseguir de los cielos todas las necesidades de esta vida presente. A menudo, una nueva respuesta a mi oración, cuando la obtuve de esta manera, me reanimó el alma, y llenó de mucho gozo”.
Al cumplir el primer año de vivir sin sueldo, ellos descubrieron que habían recibido más de lo que solían ganar recibiendo el sueldo. Jorge dijo: “No he servido a un maestro cruel, y eso es lo que me da gozo de demostrar”.
Luego de dos años de un exitoso pastorado en Tigmonth, el matrimonio Müller se mudaría a Bristol donde continuarían trabajando de la misma manera.
Allí estuvieron varios años y fundaron “La Institución del Conocimiento de las Escrituras”, una escuela bíblica abierta para todas las edades.
El Trabajo con los niños
En 1835, a la edad de 30 años, Jorge se sintió guiado por Dios a establecer un hogar para huérfanos.
Observando tantos niños que deambulaban en las calles con hambre, tuvo en su corazón la idea de proveerles el desayuno. Así que se reunía con grupos de pequeños callejeros a las 8 de la mañana para desayunar con ellos, luego durante un tiempo les compartía las escrituras. El punto es que desprovisto de todo sostén oficial, Jorge Müller dependía de Dios en este y todos sus proyectos. Y Dios fue fiel, pues nunca le faltó comida para compartir. Al poco tiempo de iniciado el trabajo con los niños, ya alimentaba a una treintena de ellos por día.
Müller comentaría que un día, mientras leía el Salmo 81:10: “Abre tu boca, y yo la llenaré”, le vino a su mente la necesidad de abrir un orfanato. Así que de inmediato, alquiló una casa. El primer mes tenía alojado más de cincuenta niños.
Así, mes tras mes, la obra siguió creciendo, al tiempo que mayor era la dependencia de Dios.
Una vez el doctor A. T. Pierson fue huésped en su casa y cuenta que una noche el hermano Muller le llamó a orar y que su necesidad especial era que no había nada con que alimentar a los huérfanos hospedados en el orfanato.
Pierson le recordó que todo estaba cerrado, pero él insistió en que oraran. Lo hicieron, se fueron a acostar y al día siguiente tenían el alimento necesario para salir adelante.
Ellos se preguntaron cómo sucedió; la historia fue que una persona fue despertada esa noche por el Señor y motivada para que llevara alimento al orfanato para suplir las necesidades de todo un mes.
Al año y medio de inaugurado su primer orfanato, ya estaba abierto el tercero. De a un chelín o de a miles, nunca faltó pan, aunque tampoco no faltó oportunidad para que la fe de Müller no fuera probada una y otra vez.
El cólera y la viruela hicieron estragos en Europa. Esto trajo más trabajo para la obra de Müller y su esposa. A la tercer casa sucedería una cuarta, una quinta y una sexta. Los niños ya se contaban por sobre los dos mil.
Así es que muchísimos se encontraron con un hogar y con Cristo, y no faltó la oportunidad para ver la mano milagrosa de Dios
Jorge Müller, hombre sensible, y amante del pueblo judío, a la edad de 93 años, pleno de salud espiritual, fue llamado a las moradas celestiales.
Grandes testimonios se han desprendido de la vida de este hombre; por su causa miles y miles de niños fueron alimentados y otros tantos adultos llegaron a conocer a Jesús.
Jorge Müller fue padre de miles y un apasionado hombre de oración.